lunes, 16 de agosto de 2010

LA VUELTA DE VACACIONES

Querido diario,


Tras unos días de relativa calma y tranquilad, donde he podido descansar de la dura responsabilidad de llevar el bien y la justicia a todo rincón de nuestro planeta, a base de tomar el sol, bañarme hasta tener la punta de los dedos arrugados y alimentarme a base de sobrasada y sandis (mezcla de cerveza y fanta de limón), tuve el que podría ser el mas duro enfrentamiento de estos últimos meses.


Era mi último día de vacaciones y debía coger el barco para volver al día a día en Torontontero. Si el viaje de ida había destacado por su “extrema” tranquilidad, por lo que al mar se refiere, este viaje de vuelta se presentaba algo mas “movidito”.

Salimos de puerto a primera hora de la mañana y los primeros minutos transcurrieron en relativa calma.

Pero todo era un engaño. Pasada la primera hora de viaje todo comenzó a ir mal, muy mal. El barco comenzaba a zarandearse de un lado para otro, en un vaivén algo mas que incómodo, la gente comenzaba a agarrarse con fuerza a sus butacas, caras pálidas, sudor frío... era la señal inequívoca que algo o alguien trataba de poner en peligro a los pasajeros de aquel barco.

Instintivamente me dirigí al lavabo para poder cambiar mi vestuario “playero” por el del heroico Capitán Chistorra. Tras esquivar a un par de ingleses con cara de “Where i go into, for the glory of my mother!” (Ande me metío, por la gloria de mi madre!), logré encerrarme en aquel diminuto urinario y utilizando técnicas de contorsionismo altamente peligroso (consultar la película “Algarabía sexual en el circo Chochoa”) me transformé en lo que realmente soy: el Capitán Chistorra!


Al salir de los servicios, la cosa había empeorado notablemente. El barco parecía una atracción de feria con sus subidas y bajadas a toda pastilla, gente con sus bolsas “trallando” todo lo que había almorzado a primera hora, niños llorando viendo como sus padres estaban mas pálidos que el payaso del Micolor, abuelos susurrando que habían tenido una buena vida y que estaban preparados para traspasar la luz... y esas terribles carcajadas!

-Ahora sabréis lo que es sufrir, malditos guiris mea-playas! Jua, jua, jua...

-Sufrid como chorizos lo que no habéis sabido disfrutar como cerdos! Jia, jia, jia...

-Pero eso no tiene sentido?

-Pero somos malos y los malos no hace falta que digan cosas que tengan sentido. Solo tiene que joder al personal! Jia, jia, jia...

-Pues a joderse todos!! Jua, jua, jua


Eran un par de villanos de la mas baja calaña. No los conocía de nada pero su vestuario era del todo peculiar. Uno, mas enclenque que un palillo, vestía un traje de malla de color blanco con una serie de dibujos en forma de espiral. Al mirarlo, tenías la sensación de perder el equilibrio y que todo a tu alrededor se movía de un sitio para otro. El compañero de maldades de este, iba embutido en un traje arrendo de color marrón donde tenía enganchado miles de restos de comida. Lo mas desagradable no era el hecho que pareciera que había salido de un contenedor de basura orgánica, si no el olor a podrido que producía aquella combinación de alimentos en estado de descomposición.


Con la intención clara de acabar con aquellos dos pandilleros, me planté en su campo de visión y les mandé el alto:


-Mi nombre es Capitán Chistorra y mi deber es acabar con el ataque que estáis realizando a estas pobres gentes.


Ambos se miraron, me miraron, se volvieron a mirar, me miraron y... comenzaron a reír en un descojone considerable.


-Qué os hace tanta gracia pareja de paletos?


Y tras recuperar algo de compostura, me dirigieron la palabra con el “enclenque” como portavoz.


-Soy el Señor Mareo y este es mi amigo Vomito Man. Y nuestro objetivo es bien claro: propagar el mal recuerdo de la vuelta de las vacaciones por doquier. Jua, jua, jua...

-Eso... jia, jia, jia...


Y sin dar tiempo a mas, se abalanzaron contra dándome patadas, puñetazos, codazos, mordiscos y un largo etcétera de golpes dolorosos. Yo intentaba golpear a uno y a otro, pero me era totalmente imposible. El Señor Mareo parecía moverse de un lado para otro de una manera extraña, siendo imposible alcanzarlo. Cuando parecía que estaba a i derecha y lanzaba mi “Puñetazo destruttó” hacia su estómago, aparecía a mi izquierda lanzándome un sopapo de aquellos de PLAS! Y no sabes por donde te ha venido.

Con Vomito Man sucedía algo parecido... pero peor! Lo tenía enfrente, a buen tiro para darle un puntapié en todas las pelotas, pero al acercarme... aquel terrible olor a podrido me obligaba a frenarme sintiendo una incomodidad en la boca del estómago, con unas ganas de potar lo que llevaba dentro que ni te cuento. Así era imposible vencer al enemigo!

Tras unos minutos de recibir una auténtica paliza, me lanzaron contra la puerta de la tienda de souvenirs del barco. Estaba destrozado, dolorido, repleto de rasguños, escupiendo sangre y dientes... hecho una mierda, vamos!

Creí que era mi final cuando un anciano se me acercó y me dijo:


-Lo llevamos un poco mal, eh? Mi nombre es Dr. Uriach y tengo algo que podría ayudarte. Ten y aprieta el botón cuando quieras acabar con estos dos de una vez por todas.


Y me puso en la mano una pelotita de color negro del tamaño de una canica, con un pequeño botón de color rojo. Qué demonios quería decir aquel viejales? Y la pelota misteriosa? Y que lo llevaba mal?? Pero que se había creído aquel viejet... PATAPUM! Nuevos golpes del Señor Mareo y Vomito Man!

Entre tortazo va hostión viene, decidí hacer caso a aquel desconocido viejuno y apretar el botón. La pequeña pelota comenzó a vibrar, a dar botes y a inflarse. Inflarse no sería la palabra exacta: a crecer a base de pequeños mecanismos mecánicos que se iban encajando por medio de unos engranajes aparecidos del interior de la pelotita. Vaya, que poco a poco la pelota del tamaño de una canica acabó transformándose en... un robot humanoide de combate.

-ZZZ... Mi nombre el Bio-Dramin...ZZZ... Cuales son sus órdenes?...ZZZ


Mis órdenes? Pues la cosa no tenía muchas posibilidades...


-Vamos a darles a estos dos una buena receta contra el mareo a base de palos!


Y a partir de allí, la cosa cambió de color. El robot que repartía mas que un pizzero en una noche de partido de fútbol y yo que podía rematar a uno y a otro sin estar bajo los efectos del “mareo vomitivo” al que me habían sometido, la cosa duró dos telediarios.

Aquel Bio-Dramin era una maravilla. Solo de ver como zarandeaba a los dos pipiolos, les estrujaba las narices, copón va copón viene, colleja que te doy, llave taecondo que me saco del bolsillo... era un disfrute.

El Señor Mareo y su amigo Vomito Man, acabaron en un camarote junto a un grupo de mariachis polizontes, teniendo un resto de viaje algo mas tranquilos. Lástima que entre una cosa y la otra, el puerto de Torontontero estaba ya a la vista.


Tras acabar con aquellos mequetrefes, se acercó de nuevo el anciano y me entregó una de sus tarjetas:


Dr. Uriach

(Inventor)


Tras darle las gracias y hacerle unos encargos de ciertos objetos que me ayudarán en mi lucha contra el mal, le pedí que me dejara a Bio-Dramin un par de días para realizar alguna que otra peligrosa misión.

De momento, y como veo que los malos malísimos están también de vacaciones, lo tengo en casa planchando y limpiando. Y es una joya, oye!

1 comentario:

  1. En unos de mis viajes en barco, nada más entrar ya estaba Bio Dramin y el viaje fue como una seda. Prevenir es lo mejor.
    Saludos Capitán!

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