-Sí
-Pero, eso no es cosa de niños?
-Pueeeeesss... Depende de como se mire.
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Muchos son los villanos a los que me he tenido que enfrentar en estos meses de duro trabajo como superhéroe. Pero puede que el peor y mas malvado de todos sea, por méritos propios, el bellaco y temible Morcillus.
En mas de una ocasión he tenido que poner fin a alguno de sus peligroso planes para dominar el mundo bajo su maléfico poder. Si bien he conseguido salir victorioso de nuestros “encuentros”, he tenido que sudar lo mío para conseguir que el mundo justo y libre continúe como hasta ahora.
Aún recuerdo la primera vez que nos enfrentamos Morcillus y yo. Fue a los pocos días de establecer mi Cuartel General en el garaje de doña Gertrudis, una amable anciana que me ofrecía un lugar donde instalar parte de mi material (archivos de delincuentes, vestuario alternativo, plan de entrenamiento...) a cambio de mis favores. No, no, no... no pienses mal! Lo de los favores no va por donde tu crees, eh! La cosa era mas sencilla.
Doña Gertru, la llamaba así cariñosamente, era un tanto despistada y en mas de una ocasión me la encontraba desnuda en el comedor, estirada en el sofá, fumando su inseparable cigarro marca Bisonte. Con ojos a medio abrir, me decía:
-Aaaaayyy, chico! Udtimamente edtoy un poco dedpitada y no dé donde dejo mi dopa. Y tengo un fdío que no me aguanto! No dedíad tan amable de acedcacte y dadme tu calod codpodal mientdad budcamod la dopa en el dodmitodio?
También recuerdo que en aquellas “comprometidas” situaciones, coincidía misteriosamente la pérdida de ropa con la de la dentadura postiza.
De todos modos, mi obligación era ayudarla. Siempre me acercaba, y estrechándola contra mi pecho, le daba el calor que demandaba y comenzábamos a buscar la ropa perdida. Realmente doña Gertru debía tener mucho frío porque tiritaba, gemía, perdía las fuerzas en las piernas y no dejaba de frotarse para darse calor.
Pues bien, fue en esos días cuando llegó a mis oídos que un grupo de “macarrillas urbanos” hacían de las suyas por el centro de la ciudad de Torontontero. Decidido a contribuir en la lucha del bien, me vestí con mi uniforme de Capitán Chistorra, me monté en mi “Chistorra-móbil” y fui a su encuentro.
Al llegar al centro de la ciudad, comprobé con mis propios ojos el salvajismo de aquellos vándalos sin escrúpulos. Por toda la ciudad habían escrito en las paredes y muros, frases que tan solo leerlas se te revolvía el estómago. Aunque me cueste horrores, querido diario, intentaré recordar alguna de ellas:
"Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento." Voltaire
"Solamente aquel que construye futuro tiene derecho a juzgar el pasado." Nietzsche
"Perdona todo a quien nada se perdona a si mismo." Confucio
"El progreso consiste en el cambio." Unamuno
“Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido estático, será empujado con una fuerza vertical ascendente igual al peso del volumen de fluido desplazado por dicho cuerpo.” Arquímedes
-Por dioooooooosssssss!! -dije gritando con todas mis fuerzas- Quién es capaz de tal monstruosidad!!
Aquello era terrible y era mi obligación poner fin a aquella desdicha en la ciudad. Utilizando mi super-visión, conseguí localizar al grupo de “gamberros” que se dedicaban a realizar aquellos graffitis por todo el centro de la ciudad.
A los pocos segundos, los pillé “in fraganti” realizando otra de sus pintadas. Esta vez era algo así como: “El cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos”.
-Eh, vosotros!- dije con mi mejor voz intimidatoria- No os da vergüenza, a vuestra edad, ir pintarrajeando las paredes de Torontontero. Darme ahora mismo esos sprais o preparaos para una buena zurra!
Los chicos se quedaron como bloques de hielo. Por unos segundos creí que mis palabras habían funcionado y que el poder de la ley haría su efecto. Pero estaba equivocado. A los segundos comenzaron a reír a carcajada limpia. Vamos, que se descojonoron en mis morros!
Lo que me inquietó sobremanera fue que comenzaron a decir un nombre a coro, primero como un susurro y después como una manada de hienas desbocadas.
-MOR-CI-LLUS! MOR-CI-LLUS! MOR-CI-LLUS!...
Y apareció él, el mas terrible y despiadado de mis enemigos. No te lo describiré porque solo de recordar su imagen mi cuerpo se pone en tensión, enrojezco de furia y pierdo los paleles.
Solo te diré que, con aquella carcajada que solo los “muy, muy malos” saben hacer, me dijo:
-UAUAUAUAUA!! Que tenemos aquí? Si es el famoso Capitán Chistorra! Hasta hoy tu vida como super-héroe ha sido “demasiado” tranquila. Desde hoy, Torontontero tiene un nuevo vecino. Un vecino que se dedicará en cuerpo y alma a transformar esta ciudad en la capital de la delincuencia, el terror y el mal. UAUAUAUA!! Y tu no podrás hacer nada, insignificante Chistorra!
Al sentir esas palabras noté como na ola de “mal rollo” nacía en mi estómago y se repartía por cada parte de mi cuerpo. Aquel Morcillus era un “insecto” a quién, un hombre como yo , debía eliminar.
-Morcillus! Nunca, escucha bien, nunca permitiré que te adueñes de esta ciudad. Antes deberás pasar por encima de mi cadáver. Prepárate!
Y me lancé de lleno hacia él.
Lo que vino después, lo recuerdo vagamente... tengo la imagen difuminada de Morcillus sacando un papel de uno de sus bolsillos. Sí, sí... era un papel grande... un póster! Y aquella imagen...
Fue un auténtico impacto visual que me dejó K.O en el instante.
Desde aquel día nuestros encuentros han sido habituales. He aprendido técnicas para que sus ataques mortíferos no sea efectivos, pero siempre tiene una “sorpresa” preparada.
Algún día le venceré y Torontontero vivirá en paz de una vez por todas. Lo juro!
Una de las cosas que mas disfrutaba, era cuando me despertaba bien temprano (suponía que era temprano porque no se sentía ni un ruido en casa) y me preparaba para mi sesión de lectura de cómics.
Lo primero era prepararse: ir a la cocina a por un trozo de chocolate, poner la almohada y los cojines en posición, meterme de nuevo en la cama y dejarme llevar por las historias de los X-MEN, Legión de Superhéroes, Capitán Atom, Batman... y un largo etc. de personajes que me hacían disfrutar de lo lindo.
La compra de cómics la había realizado en día anterior en la famoso y archi-conocido quiosco de “El cojo” (ciertamente, el propietario era cojo!) al módico precio de 125 pesetas . Vaya tiempos aquellos que aún rondaban las pesetas por el mundo!
Era el gasto semanal, y sagrado, que hacía de la semanada que me daban mis padres. Mas tarde llegó cuando yo mismo me compraba, con el dinero que ganaba con el sudor de mi frente (que bonito má quedao!), el vicio de transportarme al mundo de mutantes, poderes sobre-naturales, villanos con intención de dominar el mundo y demás.
Los cómics se fueron amontonando en mis estanterías. A 2 o 3 por semana, ya podéis hacer cuentas!
Los años pasaron y hubo un parón importante en la compra de cómics. Puede por la “edad del pavo”, puede por el gasto en otros vicios, puede por el nacimiento del interés por las chicas, puede por... yo que sé! La cuestión fue que deje de comprar cómics, aunque siempre chafardeaba en las estanterías de los quioscos para no dejar de estar al día.
Hace unos años me vino de nuevo el “venazo comiquero”, pero al ver el precio de un ejemplar de cualquiera de ídolos de mi infancia, me quedé asombrado, por no decir “aconjonao”.
Debe ser el euro o lo que sea, pero encuentro el precio de los cómics desorbitados, demasiado caros. Reconozco que es un arte y que se debe pagar un precio justo por el trabajo que se realiza, pero de eso a cobrar una barbaridad por un cómic...
La cosa es que continuo chafardeando en las estanterías y, solo de vez en cuando, me compro algún cómic. Para no perder el “mono”.
Ahora solo faltaría en chocolate, los cojines y ...