No acababa de recuperarme del encuentro contra la Mary Morena que al día siguiente continué teniendo jaleo superheroico en favor de la paz, esta vez no solo de Torontontero sino también mundial.
Era el día 25, día de Navidad, y como ya es costumbre en mi familia desde mi accidente con las chistorras donde adquirí mis superpoderes, decidimos celebrar este día tan señalado en un restaurante de calidad y buen servicio. Fue en el Mc Donald's donde comenzó todo.
El hilo musical, con aquellas terroríficas versiones de navidad cantadas por ese trio de ardillas que han hecho un par de películas, interrumpió su señal para dar un boletín de noticias de última hora. Que si Boris Izaguirre presentaría el fin de año en tanga y cazoletas en los pezones, que si se estaba preparando un Gran Hermano virtual para los niños que están enganchados al ordenador, que si había descubierto lo que podía ser el eslabón perdido y podría ser algo parecido a esto:
Pero la alarma me sobrevino cuando escuché en un país cercano a Torontontero, Agrandenauer, estaban en plena invasión alienígena. Mierda, precisamente cuando me tocaba mi turno de pedido!
Me inventé la típica excusa de que me acababa de acordar que tenía que tender la ropa sucia tras realizar una traqueotomía con un boli BIC a una ardilla que se había colado en mi casa por la taza del váter utilizando un vestido de neopreno comprado, por rebajas, en el decathlon del centro. El porqué había entrado en mi casa? Puesss... aquí tuve que salir corriendo con el “tengo prisaaaa!!!”.
A partir de ahí, ya lo sabes: que si te cambias de ropa, que sales volando, que llegas, que encuentras a todo el mundo histérico, que si “una churrupaíta si me salvas a mí primero”, que si “eso no vale, señor alcalde!”, que... en una palabra: un marrón pa cagarse!
Toda la ciudad estaba cubierta por una viscosa pasta de color marrón, como si fuera una massa parecida... parecida... a diarrea! No encuentro otra comparación mejor (tampoco he pensado mucho, ya te digo), pero era esa misma textura pero con un suave olor dulzón.
El cielo era lo mas extraño de toda la situación. Estaba plagado de unos misteriosos objetos voladores rectangulares del mismo color marronáceo que la pasta del suelo. Al segundo entendí que aquellas eran las naves alienígenas que venían del espacio exterior para dominar, primero Agrandenauer y después el mundo entero.
De entre ellas había una que sobresalía por ser mucho más grande que el resto. Esa debía ser la “nave madre”, a ella me tenía que dirigir.
Desde el suelo, bramé como un desesperado algo que llamara la atención de aquella enorme objeto volador no identificado... Como es posible que en situaciones de tensión, uno sea capaz de decir chorradas como:
-Saben aquel que diu que son dos que se encuentran y uno le dice al otro “Manolo, cuanto has cambiado” y l'altre responde “Claro, no soy Manolo!”.
Pero funcionó, vaya si funcionó. La nave fenó su avance y de su parte inferior, pareció abrirse una especie de escotilla por la que un potente foco de luz enfocó a escasos 2 metros de donde yo me situaba.
De aquella luz aparecieron dos formas humanoides. Una bajita, regordita y con textura de piel rugosa, como si tuviera la piel de helado almendrado. Vestía un traje dorado y algo holgado, como si le fuera tres tallas más grande.
La otra figura era todo lo contrario. Apariencia femenina, alta, vestido ajustado y estaba... joder, estaba muy buena para ser un extraterrestre!
-Insignificante terrícola, arrodillate ante el gran dominador de la galaxia, el emperador Turr-hon. Solo así podrás conservar tu patética vida y servirle como esclavo.
Más o menos, este sería el Emperdor Turr-hon.
Le faltan las patas, los brazos, la cara, la capa... pero os hacéis una idea, no?
“Uy, uy, uy...” pensé yo “Además de estar buenorra, tiene carácter!”.
-Pues mal lo tenemos, maciza, porqué soy el Capitán Chistorra, defensor del planeta tierra y, por lo que veo, hoy tendré que vérmelas con vosotros.
Ambos se miraron una sonrisa burlona en el rostro... bueno, mejor que una sonrisa, decir que comenzaron a reírse a carcajada limpia, a petarse el culo conmigo, vamos!
Tras recuperar la compostura, el tal Turr-hon se dirigió a mi.
-Tranquila Miss Pólvoron, parece que este divertido humano será una entretenida atracción para nuestra recién llegada a este planeta. Pero antes, démosle una paliza pa que sepa quién manda aquí!
Y no me digas como, pero de repente me encontré con todo el “pechamen” de aquella tal Miss Pólvoron en todo el morro y el pequeñajo Turr-hon dándome patadas en la espinilla.
Lo de tener la delantera de la macizorra extraterrestre en el careto no me molestaba lo más mínimo, a parte de ahogarme peligrosamente, pero lo de las patadas en la espinilla... eso si que me jodía!
De un pequeño empujón, lancé a la mujer 10 metros más allá y pude agarrar del pescuezo a Turr-hon. Realicé mis más duras llaves de artes marciales, utilicé mi super-fuerza, mis super-velocidad... pero todo era inútil. Aquel Turr-hon era duro de verdad!
En uno de nuestros forcejeos, noté el olor de su piel fuertemente azucarado. Eso me dio una pista.
Agarré bien a mi contrincante y de un salto, nos plantamos en la plaza mayor de Agrandenauer. Allí había una enorme fuente donde el equipo de fútbol local celebraba las derrotas bajo el lema “hay que saber perder!”. Era mi oportunidad: lancé a Turr-hon hacia en agua y el resultado fue instantáneo. Aquel tal “emperador” dominador de la galaxia comenzó a gritar y a deshacerse como si de mantequilla se tratara. Y acabó siendo eso, una masa viscosa sin ningún tipo de peligro.
-Pagarás muy caro lo que le has hecho a Turr-hon.- dijo la alienígena hembra- Ahora descubrirás el poder de Miss Pólvoron.
Y sin llevar a cuento se despelotó frente mío (glups!) y durante tres días realizó sus más mortíferos ataques, sus cabrioletas asesinas, sus terribles combos ofensivos.
Vaya tres días, neng! Realmente hizo honor a su nombre: Miss Pólvoron!
El resultado? Que hemos quedado de aquí un año para que realice otra posible invasión al planeta Tierra y nos veamos otra vez las caras.
Bueno, las caras y otras cosas...
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