Capítulo 2
Un, dos, tres... un pasito palante María
(1a. parte)
Un, dos, tres... un pasito palante María
(1a. parte)
Estepa Maburro
Reinos Recordados
Con los primeros sonidos de la mañana (el ronquido de un anciano, los esputos de la cocinera, los gemidos de placer de un par de jovenzuelos y los incansables y escandalosos gritos de un vendedor de churros con chocolate) el trío de aventureros inició su trayecto hacia Puerto Checo-Checo.Reinos Recordados
Poco a poco, la capital de Reinos Recordados quedaba atrás, dando paso a una enorme e inacabable extensión de terreno conocida como la estepa Maburro. De vegetación baja y con poco desnivel, aquel territorio podía llegar a ser demasiado monótono ya que por mucho que caminaras parecía que estuvieras siempre en el mismo lugar, como si no hubieras caminado si un solo centímetro. Maburro era conocida en todo el reino por sus misteriosas leyendas de personajes que habían perdido la cordura en aquella desmesurada monotonía, por no hablar de los peligros que escondía aquel insulso paisaje.
Tralin, Edenwinder y Prince tenían por delante una semana de camino, claro está si iban a buen ritmo. Pero en aquel lugar, las distancias y el paso del tiempo no seguían una lógica coherente.
Y aquella sensación fue apreciada por los miembros del grupo a las pocas horas de trayecto. “Falta mucho?”, “cuanto queda?”, “ya llegamos?” y “tengo pipi!”, fueron las palabras que intercambiaron en aquellos primeros pasos de la aventura.
Hacía calor, cosa que no mejoraba la sensación de desamparo del grupo. Decidieron descansar unos minutos bajo la sombra de una arboleda cercana al camino. Los tres miraban alternativamente a la silueta de las murallas de Meme-oh-toa, aún cercana a su situación, y a la dirección donde supuestamente debía encontrarse Puerto Checo-Checo. Estiraban el cuello esperando ver algún asomo del destino a donde se dirigían.
Aquello era inútil, solo llevaban una mañana de camino y comenzaban a sentirse asqueados.
De repente, Prince tubo una idea. Con una enorme sonrisa se puso en pie, dio unos saltitos alocados, aplaudía animado y mostraba que había pensado algo fabuloso, cosa que animó sobremanera al resto del grupo. Cualquier buena idea sería bienvenida en aquel momento. Prince habló:
-Veo, veo!
Edenwinder y Tralin no entendían a qué se refería. Prince repitió sus palabras intentando convencer a sus compañeros:
-Veo, veo?!
Nada, no había reacción. Desesperado, y bastante irritado, continuó el solo el juego:
-Qué ves? Una cosita. Y que cosita es? Empieza por la...
El explorador y el bardo dejaron a Prince que pasara aquel rato distraído en aquel juego infantil. De repente, Tralin sintió un cosquilleo en una de sus piernas. Pensó que, posiblemente, se hubiera puesto en marcha el extraño objeto que le había regalado Fisher Prais. La agradable sensación de placer orgásmico comenzaba en su pierna derecha, pero a los segundos sintió la misma sensación en su espalda, y mas tarde en su trasero, y después... Algo no cuadraba! Aquello no era una vibración, sino que algo se estaba refregando en las diferentes partes de su cuerpo. Cuando intentó descubrir lo que se estaba frotando lascivamente en sus ropajes, sintió un pinchazo muy parecido a un mordisco. El bardo dio un salto y se puso en pie.
Era producto de su imaginación o realmente no estaban solos en aquel lugar?
-Aaaahh!
Era el grito desolador de Tralin, en medio de aquel lugar desértico y solitario. El bardo agarró lo primero que tenia en la mano, el Vibratorculo 200, y lo agitó rápidamente, golpeándose en las zonas donde sentía aquel cosquilleo o pinchazo.
Prince al ver a Tralin en aquel estado de shock incomprensible, inició una carrera con arma desenfundada, embistiendo a su compañero mientras gritaba:
-Criatura del Mal! Te extirparé del cuerpo de mi noble compañero!
Para Prince aquello era un claro caso de brujería y eso se acabaría con el filo de su espada atravesando el pecho de Tralin, liberando su alma de las garras de algún insignificante e inexistente demonio.
Mientras, Edenwinder, tenía otra idea a lo que a Tralin le sucedía. Él pensaba que la nómada vida del bardo, le había posibilitado el conocer a mas de una mujer. Y no estaba pensando en mujeres de buena reputación, que digamos. Para el elfo, aquello que incordiaba a su socio eran ladillas! Y la mejor manera de acabar con ellas, según le habían dicho, era dándoles un buen golpe hasta aplastarlas del todo.
El pobre bardo estaba en una comprometida situación: en una mano un peligroso y enorme juguete sexual, uno de sus compañeros estaba a punto de ensartarlo como si de una aceituna se tratara pensando que Tralin estaba poseído por algún ente demoníaco, y su otro compañero se disponía a “regalarle” un soberano puntapié en todas las partes nobles del bardo. La escena no podía presentarse peor a Tralin Tralan. En décimas de segundos se imagino como podría llegar a acabar aquella situación y si ponía condura y freno a sus Prince y Edenwinder.
-Tate quietoooorrrrlll!- gritó el bardo tan alto como pudo, a lo que sus compañeros obedecieron de inmediato.
Tralin se maravilló al ver que sus compañeros frenaron en seco. Seria posible que fuera poseedor de una gran capacidad de liderazgo sobre sus compañeros? Era la seguridad de sus palabras la que provocó aquel cambió de conducta? O era la fuerza de su grito la que había congelado las acciones de Prince y Edenwinder?
Ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero. Tralin siguió la mirada de sus camaradas para descubrir que él no había sido el responsable de aquel paro inmediato de acciones. Lo que observó era que, en el lugar donde segundos antes había estado sentado, aparecieron unos lindos conejitos. Primero uno, después otro, y otro y otro y...
-Qué bonitos!- se le escapó a Edenwinder.
El bardo entendió en aquel momento las dulces caricias en la entrepierna y el trasero. Pero... el mordisco? Aquella pregunta obligó al bardo a descubrir lo que sus compañeros ya había descubierto. Aquellos conejos no eran normales! Sus ojos mostraban un rojo escarlata, sus afilados dientes comunicaban sed de sangre fresca, sus intenciones no eran las de conseguir una cariñoso achuchón... Eran conejos salvajes y estaban dispuestos a atacar al grupo!
Una vez mas la comitiva secreta debería demostrar sus potencial en el campo de batalla, nada mas y nada menos que con... con... con unos conejitos! Pero vaya conejitos!
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