Ya estamos de vuelta de nuestra
escapada escocesa y, tras volver al trabajo y ponerse las pilas de
nuevo, toca colgar una pequeña crónica del viaje (por si alguien le
interesa...).
Ya os aviso que la cosa va “de
rápido”, que no tenemos mucho tiempo y la ropa está por tender...
empecemos pues!
Salimos el viernes por la mañana,
fijos en no llevar una maleta que saliera de las medidas y peso que
los de Rayanair imponen por sus coj*nes, obligando a meditar sobre el
archi-conocido método de utilizar los calzoncillos por delante, por
detrás, del derecho y del revés, para no tener que llevar un
recambio. Eran los calzones o el cepillo de dientes... difícil
escoger!
Cogemos el avión y nos esperan 2 horas
hasta Prestwick, donde los guiris que tenemos delante se ponen a tono
pidiendo cubatillas a las azafatas y mostrando su moreno “gambino”
a todo el mundo.
Llegamo (“coñe, que virujo!”) y
vamos a buscar el coche de alquiler. Y comenzamos con los problemas
de comunicación.
Yo soy de aquellos de hablar en inglés
al puro estilo indio, pero creo que si no fuera por la vergüenza, me
defendería bastante bien. Pero también hay que reconocer que,
trabajando en un aeropuerto donde sabes que te vendrán turistas
pardillos como un servidor, se podría poner algo de voluntad para
hablar un “po-qui-to-más-len-to” y nos entenderíamos mejor. Y
esa ha sido la tónica: hablan rápido, con acento cerrado y
difíciles de entender (“lo cualo?”).
Pero bueno, conseguimos nuestro 4
puertas que la final es un 3 puertas (cosa que indigna a Miss More) y
nos lanzamos a la aventura de conducir por la izquierda. Ya os aviso
que te pone en tensión y tienes que estar al tanto en todo momento.
Ojo, piojo, con las rotondas!!
Llegada a Stirling, hotel, paseo,
dormir y al día siguiente... comenzamos las caminatas!
Buen almuerzo “continental” a base
de huevos, bacon, salchicha, cruasan, magdalena chocolate, fruta...
lo que sea! La cosa es hartarse para no tener que comer mucho durante
el día. El almuerzo lo teníamos pagado, neng!
Nos dirigimos a ver el monumento a
William Wallace y disfrutamos de un paseo por los bosques de
alrededor, mientras abren la torre. Tiempo para poder hablar con
calma de todo con Miss More, que con el día a día que llevamos,
pocas ocasiones tenemos.
Una vez abren, disfrutamos de lo lindo
de la visita, hasta que... los efectos del café “aguachurri” y
la fruta hacen estragos en mí y me veo forzado a, literalmente,
correr para llegar al lavabo. Si la espada de Wallace era grande,
cágate lorito con el regalo que dejé allí...
Seguimos con el castillo de Stirling y
nos trasladamos en el tiempo a otra época. El castillo una pasada,
bien conservado, buena ambientación, la guía de audio muy
conseguida... realmente muy bien.
Y el cansancio comienza a hacer mella
en nosotros. Queremos descansar un poco y dormir. Pero antes, una
visita a la piscina del hotel (con spa incluido), y a descansar!
Al día siguiente, recogemos y nos
dirigimos a Edimburgo. Allí, volvemos a ponernos las pilas y
comenzamos una nueva jornada de turismo urbano. La cosa está en que
no es mi fuerte eso de caminar por ciudad y ver casas, edificios,
monumentos, etc. Soy del lema “vista una casa, vistas todas”, y
al paso de las horas, comienzo a cansarme de tanta casa y edificio.
Aún así, disfrutamos de un buen día de sol, en una ciudad
entretenida, con lugares muy bonitos e interesantes.
Por la tarde, volvemos a nuestro 3
puertas y camino a Glasgow, donde pasaremos nuestra última noche en
Escocia.
Llegamos y observamos el cambio de
estilo. Edimburgo es la ciudad turística y comercial, y Glasgow es
la industrial y más guerrera. Las dos tienen su encanto, pero se
nota la diferencia entre una y otra.
Llegamos al hotel, descargamos y nos
damos una vuelta buscando donde comer algo. Y nada: súper y a cenar
en la habitación del hotel.
Al día siguiente, antes de coger el
avión, visitamos la catedral de Glasgow y nos dirigimos al
aeropuerto no sin antes vivir una aventura estresante con el coche de
alquiler.
La cosa está en que, después de
preguntar aquí y allí por el parking del aeropuerto, y que nos
envíen de un lado a otro sin parar, llegamos a un enorme
aparcamiento donde nos aseguran no tener problemas para dejar nuestro
coche (es un parking del aeropuerto, donde puedes dejar el coche de
alquiler y te acercan al aeropuerto en bus). Todo legal y sin
problemas. La cosa está en que, al llegar al aeropuerto, se nos
ocurre la genial idea de ir a la oficina del alquiler, y comentarles
que el coche está en el otro parking. Problemas: el coche debe
devolverse aquí y no allí! Eso a 30 minutos de embarcar. Corre,
corre, que me cago a buscar la manera de volver al otro parking y
devolver el coche a tiempo!
Finalmente, y con los nervios y la mala
leche a flor de piel, devolvemos el 3 puertas (que tenían que ser de
4) y nos metemos en el avión para volver a casa.
Creo que es la primera vez que comento, pero que sepas que leo el blog de forma regular, y e spor ello que he decidido entregarte uno de los premios Liebster que tenía en mi haber. Si quieres mas información, pasate por mi blog y mirate las condiciones:
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