Siempre se ha dicho que, cuando uno es padre, la vida cambia completamente. Y es bien cierto.
Lo primero que escuchas es aquello de que “olvidate de dormir toda la noche”, que “durante 3 años no tendrás vida”, que “dejas de ser persona”, etc.
Bueeeeeno..., no es para tanto. Es verdad que tienes una visión diferente de la vida, que tu escala de valores cambia, que miras por el bien de tus hijos antes que por el tuyo propio, que tienes nuevas responsabilidades, que ahora eres un ejemplo a seguir, que... que sé yo, muchas cosas!
Pero también tiene sus ventajas:
-Puedes volver a jugar a los clicks de playmobil con la excusa que entretienen al pequeñajo.
-Puedes enseñarle, de la A a la Z, todo los monstruos de Dungeons and Dragons para que se “empape” de rol ya desde microbio.
-Papa, este del moco es un Doppelgánguer?
-No, hijo mío, este es un troll.
-Puedes volver a ver, para que sepa qué es el buen cine, la trilogía enterita de Stars Wars (me refiero a las antiguas, eh!).
-Conseguir que tu piltrafilla aprenda palabras de otros idiomas. Por ejemplo: jaaaaaaaarrrrl, te a esho dañol, pecadoooorrl, apitijademooooorrrll...
-Ver dibujos en la tele.
-Volver a comer PANBINBOCONOCILLA sin remordimiento alguno.
-Repetir a tu mequetrefe sin problemas, y además haciendo gracia, aquello de “Yo soy tu padre”.
-Y, últimamente, admirar como tu descendencia simula tocar una guitarra eléctrica, sirviéndose de una raqueta de tenis, siguiendo el ritmo de buena música. En mi caso: un concierto de Fito y los Fitipaldis.
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