Después de muchos años, lejano ya el tiempo de la escuela, un buen día llegué a la conclusión que la distribución de alumnos en los diferentes centros escolares de una misma ciudad no es una cosa aleatoria y producto del azar. Existe una organizado y misterioso sistema que consiste en conseguir que en cada aula existan todos y cada uno de los tipos posibles de alumnos que se puede encontrar dentro de una clase.
Hablamos de diferentes tipos de roles entre los niños y niñas de un curso: el Gamberro que se las carga sí o sí en cualquier situación de vandalismo escolar, la Niña Guapa que aprende que levantándose un poquito la faldilla puede conseguir el almuerzo que desea, el Líder que sabe que tiene la pandilla bajo su mandato, el Tontolculo que no se entera de nada, el Repetidor que va sobrado de todo y solo espera que acabe su triste condena escolar, el Deportista que lo mas le interesa es el recreo donde poder mostrar sus habilidades con las pelotas (las de fútbol, digo!)...
En mi clase, evidentemente, existían todos estos especímenes y hoy me centraré en uno de ellos: el empollón.
En mi caso, y por mala o buena suerte, teníamos esta figura por partida doble. Estoy hablando de los hermanos Peláez.
Gemelos, enclenques, blancos de piel, de mirada fría y penetrante, gafas de pasta, corrector bucal, pantalones de pinza, carpeta forrada con rostros de premios Nobel y filósofos desconocidos por la gran mayoría... Así eran este par de hermanos que eran la delicia del claustro de profesores y, siempre, modelo a tener en cuenta en cualquier momento del día a día escolar.
-Tomen ejemplo de los Peláez, muchachos. Si solo tuvieran una cuarta parte de su capacidad intelectual, no tendría la sensación de estar frente a una panda de borregos como ustedes.
Estas eran algunas de las palabras, a modo de ejemplo, que algún profesor nos regalaba comparando nuestra capacidad para el estudio con la de los gemelos Peláez.
Y realmente, aquellos dos eran (y perdón por la palabra que utilizaré) unas putas máquinas de estudiar. Era alucinante ver como devoraban libros uno tras otro, sabían mas la lección que los propios profesores, y en los exámenes sacaban notas de 12 y 13 cuando la nota mas alta posible era un 10.
Recuerdo cuando una vez nos obligaron, propuesta como no de uno delos Peláez, a escribir un poema sobre la algún elemento de la naturaleza. Sude la gota gorda estrujándome en cerebro para acabar escribiendo algo así como:
LA PRIMABERA
La primabera tiene cosas mú vonitas,
el sol, las flores y las mariquitas.
Como me gusta que salga el sol
y asinas ir a la picina con flotadol.
Pues bien, como nos quedamos todos, al ver llegar a los empollones de la clase con un par de tomos cada uno bajo el brazo con la “Antología poética del mundo natural de los hermanos Peláez”. 400 páginas de poesía chunga, chunga, de aquella llena de metáforas, sinónimo, hipérboles... hipotenusas y pleistocenos, que “cagate lorilo “ lo que había allí metido.
Y como no, los profes maravillados con el “excelente trabajo” de los malditos listillos de la clase. Tanto que, cada día, uno de los los hermanos nos leía a primera hora de la mañana uno de aquellos poemas. La mejor manera de comenzar el día, vamos!
Así que en e recreo, mientras ellos estaban en la biblioteca consultando nosequé sobre un tal Niche (entiéndase Nietzsche), decidimos hacer algo con aquellos dos tipejos. Y lo tuvimos claro desde el principio. Debíamos encontrar algo que desviara la atención de los estudios a aquel par de mozalbetes.
El Repetidor tuvo la gran idea: debíamos enseñarles la verdadero “sistema educativo”. Para ello fue necesaria la ayuda de la hermana mayor del Tontolculo de la clase. Mejor dicho de la hermana mayor del Tontolculo.
Si algo aprendí en aquellos días era que el mundo no sigue unos patrones fijos a la hora de repartir hermanas por el mundo. Como era posible que aquel “atontao” que no se enteraba nunca de nada tuviera una hermana tan buenorra como aquella y no nos hubiera dicho nada. Teniendo aquel monumento en casa, nos podría haber invitado cada tarde a merendar pan bimbo con nocilla. Lo que fuese por ver aquel trozo de mujer acabado de cumplir los 18 añitos.
Por suerte, la hermana tampoco tenía muchas luces y a cambio de media docena de revistas SUPERPOP donde aparecía David Hasselhof (el del coche fantástico de antes) en plan sexy, decidió echarnos una mano.
El plan era pedir a los hermanos Peláez que dieran la bienvenida a la nueva profesora de lengua extranjera. Lo básicamente importante del plan era que la hermana del Tontolculo no abriera la boca, si no se cagaba el plan, y la otra era poner la calefacción del centro a toda pastilla. Esta última parte era cosa de la Niña Guapa de la clase, que con una de sus subidas de faldillas pediría ese “pequeño” favor al conserje.
Hermana del Tontolculo de lleno en el papel de maestra.
Puesto en marcha el plan, solo faltaba esperar los resultados. No sé que pasó dentro de aquella clase, pero los hermanos Peláez no fueron los mismos desde aquel día. Algo cambió en ellos y dejaron de centrarse en los estudios. Pedían continuamente ir al lavabo y tardaban lo suyo en volver.
Solo una vez pareció que volvían a conectar con el mundo estudiantil. Cuando informaron que llegaría una nueva maestra de lengua extranjera. Pero no esperaban encontrar a una maestra viejuna, pellejona y raquítica, a punto de jubilarse.
Y es que los estudios...
No hay comentarios:
Publicar un comentario